21 sept 2014

El calvario que padeció la adolescente que logró escapar de las garras del EI

El calvario de una chica yazidi que fue regalada a un jihadista de EI y logró escapar.  Foto: LA NACIÓN / Argentina / GDA.
Tiene sólo 14 años y relató, con una madurez obligada, el infierno que vivió el mes pasado, y que todavía sigue latente en su día a día, por el asedio de Estado Islámico (EI) a cualquier ciudadano de Iraq e Siria que no sea musulmán, como le pasó ella y a su familia, yazidíes. 

"Narin", como la llama para preservar su identidad el periodista que escuchó el testimonio de esta adolescente en el Kurdistán iraquí y lo reflejó en las páginas de The Washington Post, pasó por un verdadero calvario. Milicianos jihadistas la secuestraron a ella, a su familia y vecinos. A ella y a una amiga las regalaron a comandantes de EI, quienes quisieron violarlas y convertirlas al Islam, además de que las mantuvieron en condiciones de vida infrahumanas. Un día decidieron huir y, al reencontrarse con su familia, la adolescente se enteró de que el día en que a ella la capturaron, a su hermano, cinco años mayor que ella, lo mataron.

El relato de Narin comienza, precisamente, por el principio. El pasado 3 de agosto, las noticias alarmantes llegaron a su pueblo, al oeste de Iraq: los yihadistas de EI tenían previsto arrasar con esa zona. Entonces, la adolescente y su familia agarraron ropa y algunos objetos de valor y se fueron de allí, a pie, lo más rápido posible. "Después de una hora de caminar hacia el norte, nos detuvimos a beber de un pozo en el corazón del desierto. Nuestro plan era refugiarnos en el monte Sinjar, junto con otros miles de yazidíes como nosotros que huían de allí, porque habíamos oído un montón de historias sobre la brutalidad de Estado Islámico y lo que les habían hecho a los no musulmanes. Habían estado convirtiendo a las minorías religiosas o simplemente los mataban", contó.

Sin embargo, la huida terminó con el peor final. "De repente varios vehículos llegaron y nos encontramos rodeados por milicianos que usaban uniformes de Estado Islámico. Varias personas gritaban de terror; teníamos miedo por nuestras vidas. Nunca me he sentido tan impotente en mis 14 años. Habían bloqueado nuestro camino hacia la seguridad, y no había nada que pudiéramos hacer", recordó. "Nunca me he sentido tan impotente en mis 14 años" Los yihadistas entonces dividieron a los cautivos por género y edad: hombres por un lado; niñas y mujeres por el otro.
Las personas mayores eran el tercer grupo, a quienes les quitaron su dinero y sus joyas y los abandonaron en el desierto. "Luego colocaron a las niñas y mujeres en camiones. Mientras nos llevaban de ahí, escuchamos disparos. Más tarde nos enteramos de que estaban matando a los hombres jóvenes, incluyendo a mi hermano de 19 años, que se había casado hacía apenas seis meses", dijo Narin. El camión las llevó hasta una escuela en el Mosul, cerca de la frontera con Siria, donde había otras mujeres secuestradas. Allí, milicianos de EI las obligaban a recitar oraciones musulmanas y convertirse, algo que, según Narin, no lograban hacer cumplir.

"Algunos de los combatientes tenían mi edad. Nos dijeron que éramos paganas y nos encerraron durante 20 días en el interior del edificio, donde dormimos en el suelo y comimos sólo una vez por día. De vez en cuando, un hombre de Estado Islámico venía y nos decía que nos convirtiéramos, pero todas las veces nos negamos. Como fieles yazidíes, no íbamos a abandonar nuestra religión. Lloramos mucho e hicimos el duelo de las pérdidas sufridas por nuestra comunidad", continuó el relato. Sin embargo, allí no terminaba la pesadilla. "Un día, nuestros guardias separaron a las mujeres casadas de las solteras. A mi buena amiga de la infancia Shayma y a mí nos dieron como regalo a dos miembros de Estado Islámico del sur, cerca de Bagdad. Nos querían hacer sus esposas o concubinas. Shayma fue entregada a Abu Hussein, que era un clérigo. A mí me entregaron a un hombre con sobrepeso y barba negra de unos 50 años, que parecía tener algún alto rango. Tenía el apodo Abu Ahmed. Nos llevaron en auto a su casa en Fallujah", relató. "Intentó violarme varias veces, pero no permití que me tocara. Me pegó todos los días y me dio de comer sólo una vez al día. Shayma y yo comenzamos a plantearnos la idea de suicidarnos".

En esa casa, "que parecía un palacio", vivían los dos captores y un ayudante. "Abu Ahmed me decía que me convirtiera, lo cual ignoré. Intentó violarme varias veces, pero no permití que me tocara en ninguna manera forma sexual. En cambio, él me maldijo y me pegó todos los días, me daba trompadas y patadas. Me dio de comer sólo una vez al día. Shayma y yo comenzamos a plantearnos la idea de suicidarnos", recordó. Un día, les dieron celulares a Shayma y a Narin para que llamaran a sus familiares y les dijeran, a pedido de los yihadistas, que si viajaban al Mosul y se convertían al Islam, ellas serían liberadas. "Entendiblemente, no confiaban en EI, por lo que no hicieron el viaje", expuso la adolescente. Los llamados les sirvieron, por lo menos, para saber cómo estaban algunos de sus familiares. "Su viaje había sido casi tan duro como el nuestro: habían llegado al Monte Sinjar, donde EI los cercó y trató de matarlos de hambre. Después de cinco días así, las fuerzas de rescate kurdas los evacuaron a Siria y luego los llevaron de vuelta al norte de Irak", contó.

LA HUIDA

Al sexto día en "el palacio", Abu Ahmed y el ayudante se fueron por negocios al Mosul. Cuando el tercer habitante de la casa se fue a la mezquita para la oración nocturna, las chicas yazidíes activar su plan de escape. "Con nuestros celulares, contactamos a Mahmoud, un amigo sunnita del primo de Shayma, que vivía en Fallujah, para que nos ayudara. Era demasiado peligroso para él para rescatarnos de la casa, por lo que Shayma y yo usamos cuchillos de cocina y cuchillas para carne para romper las cerraduras de dos puertas para salir. Usando los tradicionales abayas negros y largos que encontramos en la casa, caminamos por 15 minutos a través de la ciudad, que estaba tranquila por las oraciones nocturnas. Entonces Mahmoud llegó y nos recogió en la calle y nos llevó a su casa", contó.

Esa noche, Shayma y Narin se quedaron a dormir en la casa de Mahmoud, donde pudieron alimentarse. Él fue quien gestionó su huida hacia Bagdad con un conductor de taxi contratado, documentos falsos y vestidas como musulmanas. "Nunca había sentido tanta ansiedad. En cada punto de control, yo estaba segura de que seríamos descubiertas", recordó la joven. Luego se refugiaron en la casa de unos amigos de la familia en la capital iraquí, quienes les dieron nuevos documentos falsos para viajar en avión hacia Arbil, la capital de Kurdistán. "Después de tanto miedo por tantos días, abrazar a mi padre otra vez fue el mejor momento de mi vida. Mi mes de calvario había terminado y sentí que renací." "No creía que éramos libres hasta que el avión tocó el suelo. Luego de permanecer en Arbil durante la noche en la casa de un miembro yazidi del Parlamento iraquí, Vian Dakhil, viajamos hacia el norte hasta Shekhan, a la residencia de Baba Sheikh, el líder espiritual de yazidíes del mundo", prosiguió, sobre la víspera de su reencuentro más esperado.

"Después de tanto miedo por tantos días, abrazar a mi padre otra vez fue el mejor momento de mi vida. Él dijo que había llorado por mí todos los días desde que había desaparecido. Esa noche, nos fuimos a Khanke, donde mi madre se estaba quedando con sus parientes. Nos abrazamos y siguió llorando hasta que me desmayé. Mi mes de calvario había terminado, y sentí que renací", dijo en uno de los fragmentos más emotivos. "Pero había más malas noticias por llegar.
Fue entonces cuando me enteré que Estado Islámico le había disparado a mi hermano en el oasis. Mi cuñada, una mujer muy hermosa, sigue secuestrada en algún lugar del Mosul. Ahora estoy tratando de entender lo que pasó", continuó. "Quiero ir a un lugar donde yo podría ser capaz de empezar de nuevo, si eso aún es posible". "Nunca podré volver a poner un pie en nuestro pequeño pueblo, incluso si es liberado de Estado islámico, porque la memoria de mi hermano que murió cerca de allí me perseguiría demasiado. Todavía tengo pesadillas y me desmayo varias veces por día - cuando recuerdo lo que vi o imagino lo que habría pasado si Shayma y yo no nos hubiésemos escapado", contó sobre su actualidad. "¿Qué puedo hacer? Quiero irme de este país por completo. Este país no es un lugar para mí ya. Quiero ir a un lugar donde yo podría ser capaz de empezar de nuevo, si eso aún es posible", reflexionó la adolescente de 14 años hacia el final del relato..