Tiene sólo 14 años y relató, con una madurez obligada,
el infierno que vivió el mes pasado, y que todavía sigue latente en su día a
día, por el asedio de Estado Islámico (EI) a cualquier ciudadano de Iraq e
Siria que no sea musulmán, como le pasó ella y a su familia, yazidíes.
"Narin", como la
llama para preservar su identidad el periodista que escuchó el testimonio de
esta adolescente en el Kurdistán iraquí y lo reflejó en las páginas de The
Washington Post, pasó por un verdadero calvario. Milicianos jihadistas la
secuestraron a ella, a su familia y vecinos. A ella y a una amiga las regalaron
a comandantes de EI, quienes quisieron violarlas y convertirlas al Islam,
además de que las mantuvieron en condiciones de vida infrahumanas. Un día
decidieron huir y, al reencontrarse con su familia, la adolescente se enteró de
que el día en que a ella la capturaron, a su hermano, cinco años mayor que
ella, lo mataron.
El relato de Narin comienza,
precisamente, por el principio. El pasado 3 de agosto, las noticias alarmantes
llegaron a su pueblo, al oeste de Iraq: los yihadistas de EI tenían previsto
arrasar con esa zona. Entonces, la adolescente y su familia agarraron ropa y
algunos objetos de valor y se fueron de allí, a pie, lo más rápido posible.
"Después de una hora de caminar hacia el norte, nos detuvimos a beber de
un pozo en el corazón del desierto. Nuestro plan era refugiarnos en el monte
Sinjar, junto con otros miles de yazidíes como nosotros que huían de allí,
porque habíamos oído un montón de historias sobre la brutalidad de Estado
Islámico y lo que les habían hecho a los no musulmanes. Habían estado
convirtiendo a las minorías religiosas o simplemente los mataban", contó.
Sin embargo, la huida terminó con el
peor final. "De repente varios vehículos llegaron y nos encontramos rodeados
por milicianos que usaban uniformes de Estado Islámico. Varias personas
gritaban de terror; teníamos miedo por nuestras vidas. Nunca me he sentido tan
impotente en mis 14 años. Habían bloqueado nuestro camino hacia la seguridad, y
no había nada que pudiéramos hacer", recordó. "Nunca me he sentido
tan impotente en mis 14 años" Los yihadistas entonces dividieron a los
cautivos por género y edad: hombres por un lado; niñas y mujeres por el otro.
Las personas mayores eran el tercer
grupo, a quienes les quitaron su dinero y sus joyas y los abandonaron en el
desierto. "Luego colocaron a las niñas y mujeres en camiones. Mientras nos
llevaban de ahí, escuchamos disparos. Más tarde nos enteramos de que estaban
matando a los hombres jóvenes, incluyendo a mi hermano de 19 años, que se había
casado hacía apenas seis meses", dijo Narin. El camión las llevó hasta una
escuela en el Mosul, cerca de la frontera con Siria, donde había otras mujeres
secuestradas. Allí, milicianos de EI las obligaban a recitar oraciones musulmanas
y convertirse, algo que, según Narin, no lograban hacer cumplir.
"Algunos de los combatientes
tenían mi edad. Nos dijeron que éramos paganas y nos encerraron durante 20 días
en el interior del edificio, donde dormimos en el suelo y comimos sólo una vez
por día. De vez en cuando, un hombre de Estado Islámico venía y nos decía que
nos convirtiéramos, pero todas las veces nos negamos. Como fieles yazidíes, no
íbamos a abandonar nuestra religión. Lloramos mucho e hicimos el duelo de las
pérdidas sufridas por nuestra comunidad", continuó el relato. Sin embargo,
allí no terminaba la pesadilla. "Un día, nuestros guardias separaron a las
mujeres casadas de las solteras. A mi buena amiga de la infancia Shayma y a mí
nos dieron como regalo a dos miembros de Estado Islámico del sur, cerca de
Bagdad. Nos querían hacer sus esposas o concubinas. Shayma fue entregada a Abu
Hussein, que era un clérigo. A mí me entregaron a un hombre con sobrepeso y
barba negra de unos 50 años, que parecía tener algún alto rango. Tenía el apodo
Abu Ahmed. Nos llevaron en auto a su casa en Fallujah", relató.
"Intentó violarme varias veces, pero no permití que me tocara. Me pegó
todos los días y me dio de comer sólo una vez al día. Shayma y yo comenzamos a
plantearnos la idea de suicidarnos".
En esa casa, "que parecía un
palacio", vivían los dos captores y un ayudante. "Abu Ahmed me decía
que me convirtiera, lo cual ignoré. Intentó violarme varias veces, pero no
permití que me tocara en ninguna manera forma sexual. En cambio, él me maldijo y
me pegó todos los días, me daba trompadas y patadas. Me dio de comer sólo una
vez al día. Shayma y yo comenzamos a plantearnos la idea de suicidarnos",
recordó. Un día, les dieron celulares a Shayma y a Narin para que llamaran a
sus familiares y les dijeran, a pedido de los yihadistas, que si viajaban al
Mosul y se convertían al Islam, ellas serían liberadas. "Entendiblemente,
no confiaban en EI, por lo que no hicieron el viaje", expuso la
adolescente. Los llamados les sirvieron, por lo menos, para saber cómo estaban
algunos de sus familiares. "Su viaje había sido casi tan duro como el
nuestro: habían llegado al Monte Sinjar, donde EI los cercó y trató de matarlos
de hambre. Después de cinco días así, las fuerzas de rescate kurdas los
evacuaron a Siria y luego los llevaron de vuelta al norte de Irak", contó.
LA HUIDA
Al sexto día en "el
palacio", Abu Ahmed y el ayudante se fueron por negocios al Mosul. Cuando
el tercer habitante de la casa se fue a la mezquita para la oración nocturna,
las chicas yazidíes activar su plan de escape. "Con nuestros celulares,
contactamos a Mahmoud, un amigo sunnita del primo de Shayma, que vivía en
Fallujah, para que nos ayudara. Era demasiado peligroso para él para
rescatarnos de la casa, por lo que Shayma y yo usamos cuchillos de cocina y
cuchillas para carne para romper las cerraduras de dos puertas para salir.
Usando los tradicionales abayas negros y largos que encontramos en la casa,
caminamos por 15 minutos a través de la ciudad, que estaba tranquila por las
oraciones nocturnas. Entonces Mahmoud llegó y nos recogió en la calle y nos
llevó a su casa", contó.
Esa noche, Shayma y Narin se quedaron
a dormir en la casa de Mahmoud, donde pudieron alimentarse. Él fue quien
gestionó su huida hacia Bagdad con un conductor de taxi contratado, documentos
falsos y vestidas como musulmanas. "Nunca había sentido tanta ansiedad. En
cada punto de control, yo estaba segura de que seríamos descubiertas",
recordó la joven. Luego se refugiaron en la casa de unos amigos de la familia
en la capital iraquí, quienes les dieron nuevos documentos falsos para viajar
en avión hacia Arbil, la capital de Kurdistán. "Después de tanto miedo por
tantos días, abrazar a mi padre otra vez fue el mejor momento de mi vida. Mi
mes de calvario había terminado y sentí que renací." "No creía que
éramos libres hasta que el avión tocó el suelo. Luego de permanecer en Arbil
durante la noche en la casa de un miembro yazidi del Parlamento iraquí, Vian
Dakhil, viajamos hacia el norte hasta Shekhan, a la residencia de Baba Sheikh,
el líder espiritual de yazidíes del mundo", prosiguió, sobre la víspera de
su reencuentro más esperado.
"Después de tanto miedo por
tantos días, abrazar a mi padre otra vez fue el mejor momento de mi vida. Él
dijo que había llorado por mí todos los días desde que había desaparecido. Esa
noche, nos fuimos a Khanke, donde mi madre se estaba quedando con sus
parientes. Nos abrazamos y siguió llorando hasta que me desmayé. Mi mes de
calvario había terminado, y sentí que renací", dijo en uno de los fragmentos
más emotivos. "Pero había más malas noticias por llegar.
Fue
entonces cuando me enteré que Estado Islámico le había disparado a mi hermano
en el oasis. Mi cuñada, una mujer muy hermosa, sigue secuestrada en algún lugar
del Mosul. Ahora estoy tratando de entender lo que pasó", continuó.
"Quiero ir a un lugar donde yo podría ser capaz de empezar de nuevo, si
eso aún es posible". "Nunca podré volver a poner un pie en nuestro
pequeño pueblo, incluso si es liberado de Estado islámico, porque la memoria de
mi hermano que murió cerca de allí me perseguiría demasiado. Todavía tengo
pesadillas y me desmayo varias veces por día - cuando recuerdo lo que vi o
imagino lo que habría pasado si Shayma y yo no nos hubiésemos escapado",
contó sobre su actualidad. "¿Qué puedo hacer? Quiero irme de este país por
completo. Este país no es un lugar para mí ya. Quiero ir a un lugar donde yo
podría ser capaz de empezar de nuevo, si eso aún es posible", reflexionó
la adolescente de 14 años hacia el final del relato..